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Sobre el molde cultural latinoamericano (una breve reflexión)

Gracias al artículo del papel del Santo en la fe popular y otros textos, he reflexionado acerca del molde cultural latinoamericano que, desde los tiempos de la colonia, se compone de los siguientes ingredientes básico distintos uno del otro pero que se complementan entre sí:

a) Religiosidad escatológica y religiosidad vertical: Latinoamérica heredó de España una religiosidad pasiva, orientada hacia el más allá y muy alejada de la realidad terrenal.

b) El idealismo español cuya expresión es el «caballero» que desdeña el trabajo manual y el comercio.

c) El desdén por lo útil, práctico y material.

d) La actitud fatalista y la inercia y pasividad que le son inherentes, fruto de su falsa interpretación teológica de la religión y acentuada por influencias islámicas. Uno de los factores más importantes en la cultura latinoamericana es la adaptación, la pasividad frente a lo existente. En la cultura de las naciones de industrialización avanzada es la actividad, la transformación, como factor importante. Recordemos las tesis de Max Weber que la influencia del protestantismo fuera factor causante, aunque no determinante, del desarrollo de los países protestantes. La Iglesia católica en cambio no contribuyó para democratizar la sociedad y lograr la igualdad económica. Los protestantes al ayudar a demoler las estructuras jerárquicas, colocaron los cimientos necesarios sobre los cuales la democracia pudo establecerse, progresar y elaborar la cultura de masas.

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Debate sobre el Concilio de Nicea

Después de un breve letargo por problemas técnicos con mi PC, vuelvo a la acción con una noticia que me ha alegrado la semana, y que recibí del histoblogger Ramiro Sánchez Crespo por correo electrónico. Resulta que en su blog, dos comentaristas que antes participaron de una acalorada discusión sobre la historicidad de Jesús, vuelven a confrontarse (invitados por Ramiro) en torno a una nueva problemática: Si el Concilio de Nicea (325) significó el ocaso o el triunfo de la civilización clásica.

Los argumentos de ambas lecturas, Benítez de parte del ocaso y Caboblanco sosteniendo el triunfo, están bien fundamentados y se nota que no han surgido del aire, sino de sus respectivas selección de lecturas. Como suele suceder en un debate, es el lector quien debe sacar sus propias conclusiones tras leer dos argumentos que se oponen (a veces la oposición suele ser figurativa y otras un auténtico duelo donde el agua y el aceite tratan de no mezclarse). El elemento común en ambos textos parece ser la crisis del Imperio Romano, y la necesidad de la continuación de dos elementos: la romanidad (representando a su vez la cultura clásica) y la cristiandad. A diferencia de Ramiro creo que el concilio no implicó necesariamente una ruptura con la cultura clásica, ya que recurriendo a la mentalidad de transición, podemos notar que si «ganó» el catolicismo esto no lo hizo necesariamente demoliendo lo anterior. De hecho hay muchos elementos del culto católico que son pequeñas continuaciones de lo clásico: por ejemplo el culto a los santos (divinidades menores), el culto a María (la presencia de lo femenino, el símbolo de la fertilidad, la comparación con la Isis egipcia), la veneración de imágenes (en los hogares de Roma la gente solía rezar en compañía de estatuillas, y en las calles una villa podía tener un templo y estatuas en homenaje a su dios patrón _santo patrón luego de Nicea), la necesidad de materializar a Dios (el sacramento de la Comunión, no era una invención de Nicea, sino que ya estaba en otras tradiciones ante la necesidad humana de tener contacto con su Creador) y seguimos. Si coincido con Ramiro que Nicea inauguró por así decirlo lo que se conoce como la «era cristiana», ya que en la Edad Media vamos a ver muchos casos donde lo político busca sustentarse en lo religioso, y esto empezó sin dudas con Constantino.

Agradezco a Ramiro por lo novedoso de esta modalidad, que invita al lector a involucrarse un poco más con el blog: repensando un tema que se creía resuelto, o bien, difundiéndolo a aquellos que no tenían idea del tema. Con ésto escapamos a prácticas poco felices, como pensar Internet como si fuera sólo un repositorio de temas. Hay que dar también y no sólo recibir.

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La «Historia desde abajo» para Eric Hobsbawm

Este es un breve resumen sobre la «historia desde abajo», que aparece en el libro «Sobre la Historia» (2002), del historiador británico Eric Hobsbawm. El resumen, que verán a continuación, no tiene otra intención de compartir con los bloggeros «historiantes», la particular visión de este historiador, que vale la pena leerlo. Saludos para todos, desde Santiago de Chile.

A modo de introducción señalaremos que los nuevos referentes problemáticos son constantemente convertidos en objetos de reflexión histórica, y esto no es simplemente resultado de la forma en que los historiadores “se dan cuenta” de aquellos problemas que siempre estuvieron ahí, esperando ser estudiado, sino que éstas son el correlato de distintos tipos de transformaciones sociales.

El reciente interés por hacer historia de distintos grupos particulares, no puede ser entendida sin repasar en la serie de procesos que han hecho posible y aún más deseable el que las distintas agrupaciones sociales expresen y configuren su historia como fuente de información y proveedora de datos que en el pasado ignora que ella no se ocupa de su estudio y la representación de algo que de pronto “aparece”, sino que un claro poder de objetivización frente a determinados ámbitos temáticos.

El conocimiento histórico no es entonces un simple vehículo para representar “el pasado”, sino que resulta constitutivo de esa idea de pasado. Al respecto, resulta pertinente resaltar dos dinámicas: en primer lugar, la emergencia de nuevas problemáticas en la producción historiográfica; y en segundo lugar, la apelación en ciertos procesos políticos.

Sobre lo primero, puede recogerse la discusión que Eric Hobsbawm realiza en el capítulo sobre la historia desde abajo. El autor recuerda que sólo se puede hacer historia desde abajo, desde el momento en que empieza a preocuparnos lo que la “gente corriente” hace frente a ciertas decisiones o determinados acontecimientos. En palabras de Hobsbawm: “(…) sólo a partir del momento en que la gente corriente se convierte en un factor constante en la toma de grandes decisiones y en tales acontecimientos. No sólo en momentos de excepcional movilización popular como, por ejemplo, las revoluciones, sino en todo momento o durante la mayor parte del tiempo. (p. 206)”.  La historia de la gente corriente como capo de estudio especializado empieza con la historia de los movimientos de masas del siglo XVIII. Hobsbawm supone que es el historiador Jules Michelet es el primero de los grandes historiadores de los que abajo: la Gran Revolución francesa es el núcleo de su obra.

En cuanto al tema de las fuentes, la historia de los de abajo, a diferencia de la historia positivista, no posee un conjunto de material relativo a ella. “La mayoría de las fuentes correspondientes a la historia de los de abajo sólo han sido reconocidas como tales fuentes porque alguien ha hecho una pregunta y luego se ha puesto a buscar desesperadamente la manera de responder a ella (p.208).” Pero también existen excepciones como los historiadores que estudian la Revolución Francesa. Plantea Hobsbawm que tienen muchas fuentes en la que constituye la génesis de una historia moderna de las bases debido a dos características principales: por tratarse de una gran revolución en la que actuaron numerosas personas y la segunda, por el trabajo de la burocracia que recopiló y guardó en los archivos nacionales toda esa información, lo cual fue beneficioso para los historiadores franceses.

Siguiendo con la idea de Hobsbawm, afirma que hay algunos tipos de material relativo a la gente corriente todavía no ha sido un estímulo suficiente para pensar en la correspondiente metodología. Aquí sale a la palestra la historia oral que si bien los recuerdos pueden parecer los bastante interesantes, en palabras del historiador inglés nunca se hará un uso apropiado de la historia oral hasta que se determine qué es lo que puede fallar en el recuerdo, del mismo modo que se determina cuando algo sale mal al momento de copiar manuscritos a mano. Con esto, Eric Hobsbawm nos plantea es que la historia oral es un medio poco fiable  de preservar los hechos. Más, afirma: “la metodología de la historia oral no es sólo importante para comprobar si los recuerdos de ancianas y ancianos grabadas en cintas son dignas de confianza (p.210).” Recomienda que con los testimonios de lo grabado en cinta se hagan experimentos para investigar lo que la gente realmente pensaba o hacía.

El historiador “de abajo” encuentra sólo lo que busca y no lo que le está esperando. En este sentido, el historiador debe saber qué es lo que busca y sólo si sabe, puede reconocer si lo que encuentra encaja con su hipótesis o no; y si no encaja tiene que pensar en otro modelo que se construye sobre la base del saber, la experiencia lo que permite eliminar hipótesis inútiles. Se necesita también imaginación y saber sobre el pasado con el fin de evitar el anacronismo. Todo esto para construir y reconstruir un sistema coherente en el que pueda inferirse los supuestos y parámetros sociales y las tareas de la situación.

Para Hobsbawm el objetivo de la historia “desde abajo” no es sólo descubrir el pasado sino explicarlo y proporcionar un vínculo con el presente ya que el proceso de comprenderlo tiene mucho en común con el proceso de comprender el pasado, aparte de que comprender cómo el pasado se ha convertido en el presente nos ayuda a comprender éste, y es de suponer que algo del futuro. Buena parte del comportamiento de gente de todas las clases sociales de hoy es, de hecho, tan desconocido y poco documentado como gran parte de la vida de la gente corriente del pasado.

Los historiadores de “los de abajo” dedican gran parte de su tiempo a averiguar cómo funcionan las sociedades y cuándo no funcionan, además de cómo cambian. No pueden dejar de hacerlo, toda vez que su tema, la gente corriente, constituye el grueso de toda sociedad, aunque a veces se tienda a olvidar de que éstos constituyen  un factor importante en la toma de decisiones recientemente, lo cual se convierten en la base de las reivindicaciones de diversos grupos sociales que se traduce en demandas de representación histórica.