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Estructura Agraria de la América Colonial

La estructura agraria colonial puede manifestarse como una continuación renovada del legado de conquista, pero a la vez conforme a las nuevas expectativas de la economía liberal.

La estructura agraria en la América Colonial se caracterizó, en un primer momento (siglos XVI y XVII), por estar en segundo lugar con respecto a la minería; como lo evidencia los esfuerzos privados llevados a cabo por los conquistadores. La actividad minera era rentable, y se volvió una práctica rentable y atrayente para una Corona en el paradigma absolutista y mercantilista, incluso hasta el siglo XVIII.

Este legado de conquista dejó una unidad de producción agraria que conocemos como la encomienda (pero que abarcaba múltiples actividades económicas). ¿De qué se trataba? La encomienda era, en esencia, un repartimiento de aborígenes que debían ser instruidos en la Fe y las costumbres sociales españolas a cambio de un tributo: el uso de ellos como mano de obra para extraer los frutos de la Tierra, lo cual incluía implícitamente los servicios personales a sus señores encomenderos. Claro está que la interacción entre el encomendero y el indio presenta numerosos matices en la Historia Americana (Desde situaciones de injusticia hacia los indios por parte de sus encomenderos, hasta casos donde los indios podían rebelarse con su señor si este no cumplía con lo pautado en el contrato de encomienda.)

El ocaso de la encomienda comenzó a pronosticarse a finales del siglo XVI, cuando dos inconvenientes alcanzaron su punto máximo de ebullición: Uno era la crisis demográfica, denominada así porque los indígenas disminuían a pasos agigantados su población, siendo una de las principales razones el extenuante trabajo junto a las enfermedades traídas del Viejo Mundo. Los indígenas estaban acostumbrados al trabajo comunal, a la aldea indígena, y no a trabajos de claras características productivas y no de subsistencia. El otro problema fue la inmigración de nuevos productores españoles (a partir de 1570 aproximadamente) que obtenían las tierras por subdivisión de las que ya estaban. Así la encomienda disminuyó en rentabilidad, pero se siguió efectuando en menor medida hasta finales del siglo XVII.

Un segundo momento (siglos XVII y XVIII) surgió con el cambio hacia una nueva unidad productiva: la hacienda. Está fue la consecuencia de una serie de reformas (conocidas también como Reformas Borbónicas) que en 1776 alcanzaron su madurez, y que principalmente pretendían proteger los nexos comerciales entre la Metrópoli y sus Indias de los potenciales enemigos. Una forma de velar por esta seguridad fue la de enviar una oleada de funcionarios españoles que se encargaron de los asuntos americanos y de continuar los nexos con Europa. Aquí se los denominó «peninsulares», caracterizados por una fuerte actividad comercial que le hacía frente a los que realizaban actividades primarias, los «criollos». Sin duda, los cambios fueron mucho más profundos, puesto que se diversificaron las exportaciones, creando numerosos circuitos comerciales y productivos. Un ejemplo, fue el renacer de la Antillas, con florecientes economías de monocultivo de cacao, tabaco, y azúcar. La novedad de la hacienda fue el trabajo asalariado: los indígenas eran contratados como peones, y ellos podían elegir para quien hacerlo. La desventaja fue que sus patrones se las arreglaban para endeudarlos y así mantenerlos por más tiempo. Además el trabajo fue doble para el indio: se encargaba de las tierras de su patrón, pero a la vez debía trabajar las suyas. Contradictoria, pero real, la hacienda se convertió en una práctica anticipada del sistema económico liberal, el cual se potenció con la gran expansión del capitalismo durante el siglo XIX.

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Incidencia de las Reformas Borbónicas en Chile

La incidencia de las Reformas Borbónicas en el proceso independentista chileno.

Por Fabián Gaspar Bustamante Olguín.

20 años, estudiante de Licenciatura en Historia.
Universidad Diego Portales, Santiago, Chile.

A mediados del siglo XVIII, la monarquía española, implementó numerosas reformas a sus colonias americanas. Estas constituyeron una tentativa limitada para superar la crisis que venía extendiendo el Imperio.

Las Reformas Borbónicas promovidas por el monarca español Carlos III abarcaron diversas áreas, tales como los asuntos eclesiásticos, militares, políticos, económicos y administrativos. La finalidad que tenían estas reformas era preparar militarmente a los territorios americanos de agresiones de potencias enemigas de España, limitar el poder de la Iglesia (recordemos que una de las medidas más drásticas que dice relación a esto, fue la expulsión de los jesuitas en 1767.), mayor control del Imperio sobre sus colonias, el aumento de la producción y el aumento de los impuestos.

Pues entonces, vemos que las reformas tenían como objetivo más claro: replantear el funcionamiento del Imperio español. Para seguir profundizando puedes leer el ensayo original:

[PDF] Reformas borbónicas en Chile
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Su repercusión en la política y economía colonial.

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Reflexiones sobre la modernidad e identidad latinoamericana

Por Fabián Gaspar Bustamante Olguín.

20 años, estudiante de Licenciatura en Historia.
Universidad Diego Portales, Santiago, Chile.

Lo que pretendo hacer en este ensayo es realizar una reflexión en torno a la modernidad y si ésta ha afectado a la identidad latinoamericana.

Para eso, me gustaría hacer mención al concepto de modernidad, siguiendo la línea de Marshall Bergman , en su texto «Todo lo sólido se desvanece en el aire», para acercarme al problema de la identidad latinoamericana. Bueno, para Bergman la modernidad lo ve como un proceso dialéctico, es decir, como algo que nos puede llevar a la felicidad, pero que a su vez nos puede llevar a la infelicidad. Yo interpreto esta definición de Marshall Bergman como un “arma de doble filo”, porque si bien la modernidad con su carácter totalizante (que penetra en todas las esferas de la sociedad, ya sea cultural, política, económica y social) nos ha llevado a notable progresos, en donde el ser humano es el centro de este proyecto para lograr su felicidad. Sin embargo, este proyecto también ha llevado a cabo las escenas más tristes y horrendas de nuestra historia.

Marshall Bergman realiza una periodificación de la modernidad, dividiéndola en tres fases: La primera fase va desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII. En esta primera fase de la modernidad, no existe una conciencia de que se esté participando en este proyecto de modernidad, en términos más simples, no se percibe aún tal concepto. En la segunda fase que va desde el inicio de la Revolución Francesa en 1789 hasta finales del siglo XIX la situación cambia radicalmente: hay una plena conciencia en un proyecto modernizador de la sociedad, y se lo critica y modifica ampliamente. La tercera fase (ya para terminar el concepto de modernidad según Marshall Bergman) se sitúa en el siglo XX hasta nuestros días, es aquí donde la modernidad ha penetrado en todos los aspectos, y ya no se vive con la intensidad como el de la segunda fase.

¿Podemos hablar de modernidad en América? No completamente, debido a que este concepto, en primer lugar, no es traído por los conquistadores. Y mientras en Europa la identidad implicaba cierto aire de progreso y modernización en América presentó matices muy diferentes, según señala Walter Mañolo, que aparecen principalmente en la etapa poscolonial y que benefician a ciertos grupos sociales hegemónicos, en desmedro de los nativos. Es decir, dentro del proyecto de identidad que se impulsó a partir de los siglos XVIII y XIX no se incuían a todos los habitantes del continente. Como señala Mañolo, pasaba lo siguiente:

“América (…)no es un nombre que llegó a constituir la identificación territorial de la corona española o de los españoles en las Indias Occidentales, sino de la población y de los intelectuales criollos, de ascendencia española y líderes de la independencia durante el siglo XIX, nacidos en América.”

Te invito a seguir profundizando la problemática bajando el ensayo completo:

[PDF] Identidad y modernidad latinoamericana
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Ensayo con base en Bergman, por Fabían G. Bustamante Olguín.