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La problemática del patrimonio cultural.

Cuando nos encontramos frente a ruinas, vestigios o muestras materiales y subjetivas del pasado, difícilmente dudamos de ellas, al contrario las asumimos como herencia, las observamos, asimilamos y posteriormente las difundimos.

Hasta los años 80 aproximadamente, se mantenía una visión estática frente al patrimonio cultural, hasta ese entonces la definición del patrimonio como tal y los estudios realizados por arqueólogos, arquitectos y restauradores de la época, se alejaban por completo de la relación entre el patrimonio cultural y las divisiones de clase o grupos sociales.

Enrique Florescano enfoca sus estudios observando la dinámica que gira en torno de la problemática del patrimonio, frente a la cual concluye que para el estudio del patrimonio se debe tener como premisas básicas: la manera en que se rescatan y seleccionas los bienes y testimonios, tener en cuenta que esta selección la realizan grupos sociales dominantes, en el caso de los Estados nacionales se debe tener presente que la construcción del patrimonio cultural esta mayormente articulada en la distinción de lo propio y lo externo, por lo cual el uso de este patrimonio estará determinado por las diferencias sociales que concurren en el seno de la sociedad nacional (1).

Bajo esta perspectiva no solo entenderemos que la producción cultural es un elemento derivado de la sociedad, si no también seria que un elemento activo, ordenador y cohesionador social en el sentido de que la preservación y patrimonalizacion son sin duda alguna un proceso seleccionador y transformador del pasado, sin olvidar que este proceso es iniciado por el Estado (2).

Así, sin lugar a dudas se puede señalar que la función de este patrimonio cultural se engloba en mantener intacta y continua la reproducción social, por otra parte asegurar la desigualdad cultural que enfoca a las clases dominantes como creadoras de una cultura validada como “nacional” la cual esta en continuo conflicto con una cultura popular.

Paradójicamente la historia también forma parte de este patrimonio cultural, por lo cual no debe extrañarnos que el viejo debate que busca la objetividad en la historia aún se mantenga con vida, y creo que este tiene su comienzo en estas circunstancias; los historiadores de Estado como los de ideales conservadores son los que más han apelado acerca de la objetividad, principalmente para transformar a la critica como un elemento subjetivo que se teje bajo ideales que no son lo que protege y reconoce el Estado como propios.

Sabemos que la critica es un elemento subjetivo, y que la historia critica también lo es, entonces ¿esa historia oficial, que valida solo un pasado minuciosamente seleccionado, conservado y difundido masivamente, no lo es?, la respuesta es obvia.

Frente a esto no me sorprende la gran cantidad de medios difusores y protectores de este tipo de patrimonio, en la rama de historia por ejemplo, si buscamos en Internet nos daremos cuenta que las paginas dedicadas a la realización de una historia critica son mínimas en comparación a la gran cantidad de historia “vacía”(con Fabián Bustamante realizamos una discusión bastante interesante e ilustrativa en torno a este tipo de historia (3), historia descriptiva que rescata elementos de intereses propios de la validación de una cultura nacional, solo es cuestión de observar con esa duda examinadora la historia que absorbemos por medios masivos, History Channel por ejemplo basa la mayoría de sus programas en las armas de las potencias mundiales, en las guerras de esta, en la historia de sus políticos trascendentes y la vida ejemplar de sus millonarios.

Y cuando en este canal se habla de Latinoamérica se dice como fuimos “descubiertos” y posteriormente se pasa a la ponderación de armas, militares y alianzas estratégicas que se encargaron de matarnos y socavar los tantos intentos por establecer modos de gobierno que no beneficiaran a sus políticas económicas(las del primer mundo), por lo cual no me pareció extraño que la serie de “historia secreta” en Latinoamérica (que en un principio me olía a un rescate social de la historia, lo cual no fue así) se basó en las historias de los palacios, uniformes de combate e infinidad de objetos inertes a la historia de nuestra gente, una historia secreta y urbana que olvidó lo que realmente ha pasado en las calles latinoamericanas algo bastante objetivo no?

(1) Cecilia Benedetti; Antropología social y patrimonio; perspectivas teóricas latinoamericanas. Argentina 2004 (Pág. 15).

(2) Arantes, Antonio; la preservación del patrimonio como práctica social.

(3) Actualidad, divisiones y juicios históricos.

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Actualidad, divisiones y juicios históricos.

Hablar de la dictadura militar en chile, ya no parece ser tan peligroso, aunque como sabemos, en el ámbito laboral principalmente del profesorado, hablar de “dictadura”, divisiones de clase o simplemente mencionar la palabra “asesino”, es una razón suficiente de despido sea por políticas del establecimiento o por alardes de los padres que reaccionan espantados ante semejantes palabras; para ellos vale más un profesor que no diga nada, antes de que sus hijos tengan un profesor que hable mucho.

Esta situación, hasta el dia de hoy no sorprende a nadie, por la sencilla razón que nos hemos acostumbrados, es más, hemos crecido en un país divido en dos (unos que SI y otros que NO); como señalan los historiadores en su “tercer manifiesto[1]”, en un país en que los “perdedores” (victimas), lamentablemente debían trabajar bajo los dictámenes de los “ganadores”[2] (beneficiados), por lo tanto las voces que arremetían contra ese endiosado militar llamado Augusto Pinochet, fueron delimitadas, controladas y posteriormente calladas.

Todo esto nos lleva plantear algunas interrogantes; como futuros historiadores ¿Qué debemos hacer respecto a esto?, ¿continuar callados para que esta situación continúe de la misma manera o arriesgarnos a ser estigmatizados como tantos otros y tirar por la borda años de claustro en las aulas universitarias?; todo indica que una mantener postura “razonable” ante los ojos de los demas, es simplemente intentar demostrarse “a-político”, discurso que paradójicamente fue articulado por los sectores de derecha (no para esconder la asquerosidad de los actos que ellos apoyaron, si no que para socavar la memoria colectiva).

Para graficar y ejemplificar lo que se dijo anteriormente, se me ocurre un ejemplo bastante lejano a Nelly Richard, pero bastante cercano a nuestra realidad; hace poco tiempo atrás, frente a un profesor nuevo -para nosotros- surgió este tema obviamente sujeto a discusión en la clase, pero extrañamente aquel docente esgrimió la necesidad actual de apostar por una historia objetiva y despolitizada, discurso creíble para muchos, pero este discurso se quiebra por el solo hecho de entender que este tipo de educadores egresan de cierto tipo de universidades que se dedican especialmente a reproducir en sus profesionales esta mentalidad atareada con un oblicuo y utópico sueño de objetividad que fue configurado bajo un ideal político bastante claro: la derecha.

Acaso esconder y disminuir la intensidad de este proceso dictatorial ¿es ser objetivos?, tratar esta temática ¿es solo asunto de marxistas leninistas?; frente a esto no debemos olvidar que el proceso dictatorial sigue cobrando victimas; en las poblaciones se nos hizo relativamente cotidiano ver “zombies” adormecidos por la pasta base -droga que paradójicamente se incluyó en los años 80 pero alcanzó su boom en los 90[3]– droga potencialmente adictiva por ende peligrosa, pero que logró despolitizar los barrios chilenos, algo que difícilmente se logró a balazos; se puede apreciar una situación muy similar en los años 60 en Estados Unidos en donde frente la aparición de guerrillas urbanas (como los black panters) en los barrios marginales, se utilizo el “crack” como avasallante estrategia desidealizadora.

Vale destacar que tal cual como concluye la autora, esta división es palpable en todo el contingente nacional, desde las noticias hasta la educación, desde lo publico a lo privado, desde los condominios a los barrios; la estrategia fue simple: aplacar aún más la herida ya que para los que perdieron no existe peor tortura que el olvido, para los que ganaron era el olvido el que les aseguraría mantener una producción tranquila, estable e incesante en sus fabricas.

Hemos intentado retratar la complejidad que gira en torno al tema de la dictadura, obviamente reconocemos al igual que la autora que hoy existe una necesidad de ampliar los estudios de esta área, no para volver a usar la camiseta del che Guevara, escuchar discos de Víctor Jara y colgar el cuadro de Salvador Allende en la pared, sino que bajo la lógica del “caceroleo” podemos rescatar la enseñanza de que sin meter bulla esta situación difícilmente cambiará y la única forma en que los historiadores y cientistas sociales pueden hacer ruido es simplemente investigando; por ende esos discursos de algunos académicos que señalan que otros viven amarrados al 73, debido a su intención, son discursos vacios por lo tanto fácilmente desechados.

Se debe hacer valer también el hecho de que hoy exista un sector de historiadores sociales que se dispuso a poner en el tapete el juicio de la historia[4] frente a estos sucesos, lo cual me parece relevante frente a tanto discurso vacío que atenta incluso contra la propia historia, porque despolitizar la historia es sin duda alguna deshistorizarla ya que en estricto rigor es robarle la complejidad a un proceso histórico, para continuar aquella subordinación político-mediática que asegura y reafirma los parámetros divisorios e incluso ha logrado naturalizarla.

Aunque por otra parte debemos considerar el hecho de que al existir estos vencidos y ganadores, el juicio histórico se mantendrá así; dividido, independiente si el personaje insigne de la dictadura se mantenga vivo o muerto, ya que como se señala anteriormente, han logrado hacer que veamos natural esta división.


*Ensayo inspirado en: Richard, Nelly; “Historia, memoria y actualidad: reescrituras”, revista critica cultural.

[1] La dictadura militar y el juicio de la historia; tercer manifiesto de historiadores, 2007.

[2] Acerca de esto se puede encontrar una reflexión bastante interesante en el texto de Alfredo Jocelyn Holt: “El chile perplejo”(1998).

[3] Informe nacional; Procedimientos por infracción a la Ley 20.000 año 2006, Ministerio del interior, división de seguridad publica, Gobierno de Chile (2007).

[4] Debo reconocer que el hecho de ver la firma de dos profesores que actualmente me hacen clases, en el manifiesto de historiadores anteriormente citado, logró hacerme sentir que los primeros pasos ya están dados y depende solamente de nosotros continuarlos.

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El historiador frente a los tiempos

Jorge Said [i]

– Pasadas las 1:00 AM. Me encontré detenido frente a la ventana, el humo de un cigarrillo emprendía su danza serpenteante hacia el cielo que sin ningún tipo de misericordia terminaría por absorberlo, increíblemente ese mismo cielo cargado de gris fue testigo de todo el camino que debió recorrer e incluso de cuanto humo se perdió para poder llegar a sus brazos.

Si nos entrábamos en una reflexión acerca de los tiempos, podremos percatarnos de que el tiempo corre la misma suerte del humo (los vemos siendo devorados, aunque este halla tomado otra forma). La eterna naturaleza procesual de la sociedad en si, nos indica que a través del tiempo nada se pierde, aunque paradójicamente los tiempos choquen unos con otros, se mezclen, absorban, retroalimenten y reconfiguren.

Sin lugar a dudas, uno de los primeros historiadores que notaron esta naturaleza procesual en la sociedad y los tiempos fue Fernand Braudel, quien incluso emprendió un intento por delimitar la duración los procesos en relación con sus estructuras (corto, mediana y larga duración). Un aporte de suma importancia para la ciencia social, eso si Braudel subestimó el poder agencial[ii] del sujeto común ya que al centrarse en la duración de las estructuras, se enfoca en algo estático, porque increíblemente estas se mantienen gracias a nosotros, teniendo en cuenta lo que señalo el viejo Marx, somos nosotros quienes hacemos el Estado, por tanto somos nosotros mismos quienes difundimos, legitimamos y aseguramos la duración de estas estructuras que aplican y diseminan su poder sobre nuestras cabezas sin que logremos percatarnos de nada.

Frente a esto Anthony Giddens, señaló que había que dejar de estudiar las estructuras (por su naturaleza estática) y debíamos ocuparnos de la “estructuración”, como nos relacionábamos con las estructuras, como las hacíamos perdurar por sobre los tiempos.Ateniéndonos a la concepción de sociedad como un conjunto de procesos relacionados entre si[iii], nos podremos dar cuenta que la historia no deja de ser el resultado de procesos acumulados en el tiempo, sirviéndonos y entregándonos bosquejos del pasado para la acción presente la cual sin lugar a dudas influirá a corto, mediano o largo plazo en un futuro próximo.

Esto nos enseña que la retroalimentación entre los tiempos existe, la continua interacción del presente para con el pasado y el futuro la podemos ejemplificar hoy con las denominadas “tradiciones[iv]”, mas aun en Latinoamérica en donde aun figuran costumbres impuestas y traídas por el español ( los bailes a la virgen por ejemplo), pero las cuales fueron siendo aprendidas desde aquel entonces por distintas generaciones que inconscientemente las han ido modificando y reconfigurando a sus modos y porque no a su tiempo.

La modernidad, no absorbe tradiciones; convive con ellas, aprende de ellas en una especie de retroalimentación entre ambas, al igual que el tiempo; no debemos caer en el error de muchos historiadores que han olvidado que la historia paradójicamente trata de sujetos históricamente constituidos[v], construcción que sigue llevándose acabo el día de hoy ya que el proceso societal no se detiene, avanza y continua invisible sobre nuestras cabezas.

Intentare hacer útil para ustedes esta breve reflexión estableciendo algunas interrogantes; Como pudimos observar no es tan fácil escaparnos de la debacle de los tiempos, como historiadores seria interesante preguntarnos ¿que debemos estudiar?, ya que si entendemos la naturaleza procesual de la sociedad no nos alejaríamos de lo que ya hace tiempo atrás señalo Benedetto Croce “toda historia es presente”.Bajo esta lógica, el trabajo del historiador no se diferenciara mucho del trabajo sociológico ya que se ocupan del mismo objeto de estudio y contemplando la misma temporalidad ya que un trabajo sociológico que no se remita a experiencias pasadas, no tendrá mayor integridad documental ni teórica ya que negar la naturaleza histórica del hombre y la sociedad, seria volver a los viejos parámetros histológicos de quienes intentaron regir la historia a través de leyes.

¿Continuidad del cambio o cambios que continúan?, ¿Historiar sociologías o sociologizar la historia[vi]?, un debate que hoy se le presenta a los círculos académicos de la ciencia social y que paradójicamente esta abarcando a nuestra generación que como enseñanza del pasado mismo, debimos aprender a entablar una reflexión critica frente a lo que vivimos, vemos y creemos, por ende -como decía Popper- hasta ahora todo es refutable

[i] Estudiante de la carrera “Licenciatura en historia”, universidad bolivariana sede Iquique.

Cto: nupa_punx (arroba) hotmail.com

[ii] Sobre la teoría de la agencia ver; Weber, Ritzel, Sztompka, Giddens.

[iii] Piort Sztompka; Sociologia del cambio social (2003).

[iv] Hobsbawnd, Ranger; La invencion de la tradición (2002).

[v] En el caso chileno, nos es mas fácil observar esta errónea fijación en los historiadores regionales, de los cuales muchos han llegado a aseverar como la modernidad absorbe experiencias que del tiempo se ha aprendido.

[vi] Frente a esto es recomendable revisar:

Arostegui, Julio ; “la historia del tiempo presente o del acceso historico a las realidades sociales actuales ”(1989), Chesneaux, Jean ¿hacemos tabla raza del pasado? Aproposito de la historia y los historiadores.

O también:

Bustamante Fabian; ¿puede el historiador estudiar su presente?