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La Guerra de Malvinas y las primeras planas de la prensa

Por Fátima Leiva y Gastón Moret.(*)

Es indudable que la historia reciente de la sociedad argentina se encuentra atravesada por múltiples tensiones y conflictos cuyo conocimiento pueden abordarse desde diversas perspectivas científicas. Marcos Novaro (2006, p. 20) expresa “La dictadura militar que rigió los destinos de la Argentina entre 1976 y 1983 no es simplemente un caso más en la serie de gobiernos militares registrados en nuestro país…”

Desde la derrota de Malvinas muchas páginas se han escrito para intentar comprender lo que ha sido considerado como “el primer fracaso militar en la historia” (Novaro, 2006, p. 135). Desde los primeros trabajos periodísticos, testimoniales, interpretativos hasta las más recientes publicaciones los ejes de análisis han variado muy ampliamente.

En este sentido este trabajo tiene como propósito presentar la contextualización de la guerra en el proceso histórico, la presentación de la misma en los medios de comunicación social escritos y la visión testimonial que nos ofrecen algunos ex soldados y combatientes que accedieron a entrevistarse con nosotros, acercando las fuentes orales a la investigación histórica como un cúmulo de potencialidades que brinda el uso de los testimonios en el conocimiento de la Historia.

[PDF] Las primeras planas de la Guerra de Malvinas
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Trabajo acerca de la manipulación de algunos medios de la prensa argentina de los '80 con respecto a la guerra.

(*) Trabajo participante del Proyecto “Entre el pasado y el futuro. Los jóvenes y la transmisión de la experiencia argentina reciente”; Subsecretaría de Equidad y Calidad del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación; Buenos Aires, Argentina, 2006. Categoría: Trabajos monográficos.

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El historiador frente a los tiempos

Jorge Said [i]

– Pasadas las 1:00 AM. Me encontré detenido frente a la ventana, el humo de un cigarrillo emprendía su danza serpenteante hacia el cielo que sin ningún tipo de misericordia terminaría por absorberlo, increíblemente ese mismo cielo cargado de gris fue testigo de todo el camino que debió recorrer e incluso de cuanto humo se perdió para poder llegar a sus brazos.

Si nos entrábamos en una reflexión acerca de los tiempos, podremos percatarnos de que el tiempo corre la misma suerte del humo (los vemos siendo devorados, aunque este halla tomado otra forma). La eterna naturaleza procesual de la sociedad en si, nos indica que a través del tiempo nada se pierde, aunque paradójicamente los tiempos choquen unos con otros, se mezclen, absorban, retroalimenten y reconfiguren.

Sin lugar a dudas, uno de los primeros historiadores que notaron esta naturaleza procesual en la sociedad y los tiempos fue Fernand Braudel, quien incluso emprendió un intento por delimitar la duración los procesos en relación con sus estructuras (corto, mediana y larga duración). Un aporte de suma importancia para la ciencia social, eso si Braudel subestimó el poder agencial[ii] del sujeto común ya que al centrarse en la duración de las estructuras, se enfoca en algo estático, porque increíblemente estas se mantienen gracias a nosotros, teniendo en cuenta lo que señalo el viejo Marx, somos nosotros quienes hacemos el Estado, por tanto somos nosotros mismos quienes difundimos, legitimamos y aseguramos la duración de estas estructuras que aplican y diseminan su poder sobre nuestras cabezas sin que logremos percatarnos de nada.

Frente a esto Anthony Giddens, señaló que había que dejar de estudiar las estructuras (por su naturaleza estática) y debíamos ocuparnos de la “estructuración”, como nos relacionábamos con las estructuras, como las hacíamos perdurar por sobre los tiempos.Ateniéndonos a la concepción de sociedad como un conjunto de procesos relacionados entre si[iii], nos podremos dar cuenta que la historia no deja de ser el resultado de procesos acumulados en el tiempo, sirviéndonos y entregándonos bosquejos del pasado para la acción presente la cual sin lugar a dudas influirá a corto, mediano o largo plazo en un futuro próximo.

Esto nos enseña que la retroalimentación entre los tiempos existe, la continua interacción del presente para con el pasado y el futuro la podemos ejemplificar hoy con las denominadas “tradiciones[iv]”, mas aun en Latinoamérica en donde aun figuran costumbres impuestas y traídas por el español ( los bailes a la virgen por ejemplo), pero las cuales fueron siendo aprendidas desde aquel entonces por distintas generaciones que inconscientemente las han ido modificando y reconfigurando a sus modos y porque no a su tiempo.

La modernidad, no absorbe tradiciones; convive con ellas, aprende de ellas en una especie de retroalimentación entre ambas, al igual que el tiempo; no debemos caer en el error de muchos historiadores que han olvidado que la historia paradójicamente trata de sujetos históricamente constituidos[v], construcción que sigue llevándose acabo el día de hoy ya que el proceso societal no se detiene, avanza y continua invisible sobre nuestras cabezas.

Intentare hacer útil para ustedes esta breve reflexión estableciendo algunas interrogantes; Como pudimos observar no es tan fácil escaparnos de la debacle de los tiempos, como historiadores seria interesante preguntarnos ¿que debemos estudiar?, ya que si entendemos la naturaleza procesual de la sociedad no nos alejaríamos de lo que ya hace tiempo atrás señalo Benedetto Croce “toda historia es presente”.Bajo esta lógica, el trabajo del historiador no se diferenciara mucho del trabajo sociológico ya que se ocupan del mismo objeto de estudio y contemplando la misma temporalidad ya que un trabajo sociológico que no se remita a experiencias pasadas, no tendrá mayor integridad documental ni teórica ya que negar la naturaleza histórica del hombre y la sociedad, seria volver a los viejos parámetros histológicos de quienes intentaron regir la historia a través de leyes.

¿Continuidad del cambio o cambios que continúan?, ¿Historiar sociologías o sociologizar la historia[vi]?, un debate que hoy se le presenta a los círculos académicos de la ciencia social y que paradójicamente esta abarcando a nuestra generación que como enseñanza del pasado mismo, debimos aprender a entablar una reflexión critica frente a lo que vivimos, vemos y creemos, por ende -como decía Popper- hasta ahora todo es refutable

[i] Estudiante de la carrera “Licenciatura en historia”, universidad bolivariana sede Iquique.

Cto: nupa_punx (arroba) hotmail.com

[ii] Sobre la teoría de la agencia ver; Weber, Ritzel, Sztompka, Giddens.

[iii] Piort Sztompka; Sociologia del cambio social (2003).

[iv] Hobsbawnd, Ranger; La invencion de la tradición (2002).

[v] En el caso chileno, nos es mas fácil observar esta errónea fijación en los historiadores regionales, de los cuales muchos han llegado a aseverar como la modernidad absorbe experiencias que del tiempo se ha aprendido.

[vi] Frente a esto es recomendable revisar:

Arostegui, Julio ; “la historia del tiempo presente o del acceso historico a las realidades sociales actuales ”(1989), Chesneaux, Jean ¿hacemos tabla raza del pasado? Aproposito de la historia y los historiadores.

O también:

Bustamante Fabian; ¿puede el historiador estudiar su presente?

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Peregrinación y sentimiento de cruzada

Por Ignacio Crifasi.
Estudiante de Profesorado en Historia. I.S.F.D. y T. Nº42: «Leopoldo Marechal». Cátedra: Historia Mundial I.

Sin dudas el sentimiento de Cruzada es el rasgo más característico de la Edad Media, pero para tener una idea más precisa de éste rasgo resulta importante detenernos a priori en otro concepto: el de Peregrinación. Este concepto fue alimentado lógicamente por la iglesia católica. Y si algo concreto había fijado está concepción durante casi toda la Edad Media, era la idea de un Orden Universal caracterizado por un elemento: el de la Trascendencia.

Conjuntamente con esta idea la madre de Justiniano va a aportar mucho en la concepción de este imaginario al originarse la Santa Cruz y con ello el ritual de peregrinar a los Santos Lugares (Dupront, Alphonse, pág 6). En estos movimientos hacia Oriente los peregrinos ven la posibilidad de purificación, de sentirse a su vez consustanciados con sus pares, quienes de manera colectiva harían penitencia y ganarían con ello la bienaventuranza eterna.

Las peregrinaciones comienzan así a satisfacer todos los deseos espirituales de quienes forman parte de tal acto. No importaba ya morir en destino (cual en realidad parecía ser el objetivo) o perecer en el intento. Era tan grande el amor y la unidad de estos feligreses que la muerte les parecía como un regalo de ese Dios tan cercano. Ni el fiero musulmán, siquiera el hambre, el frío o el cansancio pudieron truncar esos movimientos de personas. Impresionante fue el prestigio espiritual que detonó en la mente del hombre medio esta concepción. Sobre la creación de todos estos hábitos y valores, surgirá la idea de Cruzada.

La peregrinación suponía el enajenamiento de todos los bienes materiales para que la oblación sea más eficaz. De ello sabría sacar provecho la Iglesia a través de las donaciones brindadas por una aristocracia en boga de una vida ascética, y a cambio ganando la indulgencia por el derecho de combatir al infiel. Este tipo de actitudes es la que despertará también en el cruzado popular el repudio hacia ciertos actores sociales de otras religiones, como los judíos considerados demasiados materialistas y especuladores.

Hemos hablado sobre las peregrinaciones hacia ese «Cuzco» europeo que era Jerusalén. El problema fue que ese lugar de pasaje al «cielo», había sido irrumpido por la presencia musulmana. Esta «ingrata» presencia pudo incomodar la actividad peregrinatoria (aunque si bien estos fueron constantes a pesar de ello, lo cual nos indica hasta que punto llegaba el fervor por la fe cristiana). Y siendo incalculable el prejuicio que había sentido el Occidente cristiano por la presencia profana del infiel, fueron organizadas las expediciones militares que comenzaron en 1095. Pero esta concepción de cruzada abarcaba dos aspectos de naturaleza y características diferentes. Así se sucedieron las cruzadas populares y las cruzadas oficiales.

Pero, ¿Por qué habrían los protagonistas de las primeras encarar semejante empresa?…Pues bien, resulta necesario para ello volver a aquella imagen del mundo y del trasmundo para entender este, uno de los procesos más complejos de la historia. Ciertamente el imaginario colectivo de la época vivía en una constante contemplación de la dualidad Dios – Diablo, Cielo – Infierno. Esta dualidad proveniente de los elementos culturales orientales y difundida en Occidente por la Iglesia, había prendido mucho mejor en aquellos sectores sociales subordinados a las elites, donde en estas últimas predominaban otros tipos de ideales.»Fueron las clases humildes las que conservaron y alimentaron el sentimiento cristiano» (Romero José Luis, pág 147). Además de este dualismo coincidía para el período, el fenómeno conocido como «Milenario» o año mil, suscitado por la amenaza procedente del mundo islámico asociado con el fin del mundo cristiano.

Dentro de este contexto tan sugestivo y determinante se encontraría el detonante para que las cruzadas populares puedan realizarse. Si dentro de la disyuntiva Infierno-Cielo, resultaba más tentadora esta última, sea por bienaventuranza eterna, por tranquilidad espiritual o por acceder a la culminación de una vida de penas que el cielo ofrecía a aquel pueblo llano tan castigado, resultaba extraño optar por el infame anticristo. Y si ese cielo podía ser conquistado llegando a oriente, las cruzadas populares tendrían un amplio despertar en este contexto. Las cruzadas de niños representan este tipo de cruzadas.

Pero el llamamiento de Clermont propuesto por el papa Urbano II en el año 1095 despertó también el interés de otro sector social: el de la nobleza. En realidad en su esencia estaba destinado a este sector y no se esperaba que repercutiera tanto en las otras capas sociales. Los caracteres nobles para el período transcurrido durante la Alta Edad Media se caracterizan por el reavivamiento del sentimiento heroico. El caballero tenía una vida mucho más terrena en comparación con las clases no privilegiadas. A ellos les correspondía un ejercicio de la guerra que se reflejaba en el valor, la audacia y la desmesura para contemplar de alguna manera su propio honor. También el noble caballero galopaba hacia esa trascendencia, pero a diferencia del hombre humilde, era mundana.

Sin embargo, la iglesia que a esta altura había logrado una eficaz consolidación con Gregorio VII, supo canalizar toda esta vorágine hacia una causa plena de sentido histórico. «Muy pronto el caballero cruzado reemplazaría como ideal al héroe individualista de los primeros tiempos y sus victorias repercutirían al servicio de la lucha común y en defensa de la cristiandad» (Romero José
Luis, pág 56). Tal fue el caso por ejemplo de un Federico Barbarroja, un Felipe Augusto, o de Ricardo Corazón de León , quienes habían olvidado sus conflictos para intentar transformarse en campeones de la Cruz en Oriente.

Conclusiones

Si la unidad imperial fue incapaz de consolidar un orden real y político (si bien efímeramente logrado por Carlomagno), el cristianismo logró reprimir y combatir con rudeza cualquier atisbo de disgregación (epicúreo, herético, albigense) todos gérmenes surgidos en parte por el carácter abstracto que el cristianismo mismo suponía, pudiendo al fin consolidar lo que el orden político no, impregnando un ideal de orden universal.

Este orden fue fácilmente incorporado en el imaginario de un amplio sector de la sociedad europea, siendo impresionante el prestigio espiritual que esta concepción detonó en las mentes del hombre medio. Y si surcó tan hondo en la mente de los más humildes fue por la pésima realidad que estos atravesaban, en estas condiciones encaja el hecho de aferrarse a la ilusión de una vida eterna, de tener la certeza hacia aquello que no se ve y sólo se siente, hacia aquello llamado Fe.

Por otro lado las cruzadas se realizaron como respuesta a la expansión de los Selyúcidas, y como objetivo de recuperar el santo sepulcro, destino de peregrinación. Así la ambición de los papas buscó ampliar su poder político y religioso, siendo los ejércitos cruzados en cierto sentido el brazo armado para tal objetivo, al igual que una vez lo fue Carlomagno.

También resulto de las cruzadas un marcado interés comercial, que se hace visible a partir de la cuarta cruzada, y entrando con ella otros actores sociales como los burgueses y comerciantes.

Bibliografía Consultada:

– Romero José Luis: La edad media, Ed. Fondo de Cultura Económica, México-Argentina.

– Dupront Alphonse: La cristiandad y el concepto de cruzada, Ed. Unión tipográfica editorial hispano americana, México.