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La Inquisición como órgano de represión de la Iglesia Católica

Este es un ensayo realizado en el 2005, en el cual esboza el origen de la Inquisición de detener el avance de la herejía. Aunque, eso era en «lo formal», ya que la Iglesia tampoco quería que se le discutiese, ni menos poner en peligro su poderío.

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Ensayo crítico del papel de ésta controvertida organización dentro del seno de la Iglesia Católica.

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La locura de las brujas

bruja.jpgEn el artículo anterior habíamos hablado del año 1000 y su relación con el concepto de herejía, que no implicaba necesariamente algo en contra de la Iglesia Católica, sino un movimiento intelectual nacido de ella para mejorarla. Sin duda, para los grupos de poder de la época, la idea de cuestionar los dogmas de la Iglesia significó también el cuestionamiento de la sociedad feudal toda, razón por la cual en vez de comprender a los renovadores, se dedicaron a perseguirlos (1).

Creada la Santa Inquisición, esta se dedicó a perseguir a los disidentes y a través de diversos medios, hacerlos renunciar a sus creencias y devolverlos a la «FE ÚNICA». Los principales objetivos eran los grupos mesiánicos, aquellos que cuestionaban fuertemente los dogmas y predicaban públicamente el regreso a la espiritualidad, el alejamiento de las prácticas icónicas, pero lo más importante era «volver a la vigilancia porque se acercaba el final de los tiempos». Así como diversos grupos creyeron que el mundo saltaría en esquirlas para el año 2000, la gente creía en esa época que el año 1000 era la fecha de las fechas. Muchas personas dejaron sus pertenencias materiales, y se dedicaron al ayuno o la vida recluida en monasterios. Algunos de esos grupos mesiánicos eran pacíficos, pero los aguerridos (como los taboritas, los flagelantes, y otras alas disidentes de la misma Iglesia), predicaban la llegada de la «Edad del Espíritu» donde solo los piadosos podían entrar, mientras que los malvados debían ser eliminados. Estaban cansados de la corrupción social y sobre todo la eclesial, así que para preparar el escenario del regreso de Jesús en 1260, no tuvieron problemas en hacerles la guerra a los impíos.

¿Pero en qué momento se llegó a pensar que las mujeres podían ser sospechosas de brujería y qué tiene que ver con lo anterior? Bueno, recordemos que aquellas sociedades eran machistas y que en el imaginario popular la figura de la mujer desde el Génesis no fue vista como positiva. La mujer era sinónimo de pecado, de lujuria y placer. Cuando los agentes de la Iglesia no encontraban en un pueblo al líder mesiánico disidente, se las arreglaban para culpar a mujeres inocentes de incursionar en hechicería. Luego, se dedicaban a extraer confesiones por medio de diferentes mecanismos de tortura, y finalmente la pena máxima: la hoguera. Morir quemado vivo no era una aberración tal como la vemos ahora. En la época creían que el fuego purgaba los pecados porque era lo más parecido al concepto de luz que significaba Dios («Lumen Gloria»).

Muchas «brujas» confesaban sus actividades en reuniones secretas llamadas «aquelarres», donde se reunían con otras colegas a adorar a l ángel caído, es decir, al Diablo. Acudían allí volando a veces en escobas, y otras simplemente transportándose. Allí cometían orgías, asistían a la «Misa Negra», y aprendían los secretos de la oscuridad. Algunos historiadores creen que en la época existían mujeres que practicaban antiguas creencias anteriores a la Fe católica, como rituales egipcios, griegos o celtas, y que la gente supersticiosa asociaba esas prácticas con actividades diabólicas y maléficas. Otros piensan que la razón de estas fantasías se encuentran en los mecanismos de tortura de la Iglesia, que hacían «confesar» cosas hasta el más valiente, incluso, estos viajes a los aquelarres.

A mí me resultó interesante el trabajo de Marvin Harris (2), donde comenta en gran parte como funcionaban los mecanismos de tortura. Adelanto una parte del resumen de Renato Mansur:

La dificultad con las «confesiones» estriba en que se obtenían habitualmente mediante tortura. Esta se aplicaba rutinariamente hasta que la bruja confesaba haber hecho un pacto con el diablo y volado hasta un aquelarre. Continuaba hasta que la bruja revelaba el nombre de las demás personas presentes en el aquelarre. Si una bruja intentaba retractarse de una confesión, se la torturaba, incluso con más intensidad, hasta que confirmaba la confesión original. Esto dejaba a una persona acusada de brujería ante la elección de morir de una vez por todas en la hoguera o volver repetidas veces a la cámara de tortura. La mayor parte de la gente optaba por la hoguera. Como recompensa por su actitud de cooperación, las brujas arrepentidas podían esperar ser estranguladas antes de que se encendiera el fuego.

El autor también comenta que era común en la época el uso de remedios extraídos de plantas y hierbas de la naturaleza. Muchas de esas infusiones y ungüentos tenían propiedades alucinógenas. Estas drogas, combinadas con la locura de las brujas, hacían que algunas mujeres «se creyeran» los viajes al aquelarre, que en conjunto con las prácticas inquisidoras se volvían realidad, cuando en realidad eran fantasías. También el autor recalca que además de «purgar» pecados, los agentes de la Iglesia hacían negocio confiscando los bienes de las «brujas» así como los de su familia.

Todos estos elementos continuaron en la mentalidad colectiva y configuraron a la bruja típica de los siglos XVI a XVIII: la vieja con verrugas, poderes ocultos, escobas y en compañía de un gato negro o un cuervo. Para más información recomiendo visitar esta página.

Y recomiendo la descarga de este excelente resumen de Renato Mansur:

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Resumen sobre la problemátima de la brujería y la herejía en la Edad Media.

Bibliografía consultada:

(1) Duby, Georges: El año mil, Cladema, 1988.
(2) Harris, Marvin: Vacas, cerdos, guerras y brujas, Alianza, Buenos Aires 1991.

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La importancia del año 1000 y la herejía

Uno llegaría a pensar en la Edad Media como un atraso importante de la Humanidad, pero eso responde más a una fascinación por el mundo grecorromano, que lo que realmente sucedió. La verdad es que la Edad Media sentó las bases de la cultura occidental tanto como lo hizo en su momento la Antigüedad.

En la cultura popular podemos ver claramente esas continuidades: sentido de pertenencia a una comunidad, la propiedad comunal o compartida (no se deben confundir con la idea de propiedad privada y la realización personal, que surgieron del mundo burgués), la espiritualidad mixta (tanto religioso-dogmática como profana), y la necesidad de vivir el día a día. Esta última continuidad es en realidad compartida con el mundo burgués y el aristocrático. ¿Por qué? Porque la muerte no selecciona a quien llevarse, ante ella todos somos iguales. Esta realidad ya la habíamos comentado en el papel del santo en la fe popular.

Recordemos como decíamos en aquel artículo, que la Edad Media estaba plagada de casos de peste, hambrunas, y cambios climáticos que influían físicamente en la gestación de agudas crisis sociales y morales (abandono de tierras, robo, saqueos, prostitución, etc.) Hoy con ayuda de la obra de Georges Duby (*), me gustaría comentarles algo sobre el año 1000 dC, y su importancia para la Historia Medieval así como su relación con el concepto de herejía. No por nada la gente de la época creía que se les venía el final de los tiempos.

El año 1000 es una fecha importante porque derivada de los males citados, apareció una crisis intelectual en el seno de la misma Iglesia Católica. Tales grupos de intelectuales eran tildados de herejes desde Roma, mientras que para los sectores populares representaban hombres y mujeres dignos de imitar. Eran verdaderos predicadores que planteaban un regreso a la espiritualidad ante la crisis moral y social que asolaba Europa tras las enfermedades y las hambrunas. Criticaban la vida eclesial por ser elitista, llena de lujos y pecados. Denunciaban la corrupción interna de la Iglesia, el robo sistemático a través de la limosna y el diezmo, así como la necesidad de volver a la vida humilde de las primeras comunidades cristianas empezando desde el Papa y su consorte.

Obviamente, la construcción de ese Edén no le convenía al mundo eclesial, por eso surge el concepto de hereje como defensa de la Iglesia ante las ideas que pudieran derribar el orden establecido. Sin embargo, la herejía no nacía separada de la Iglesia, sino que la crítica provenía dentro de ella. Estos hombres eran instruidos y no querían dejar de pertenecer a ella, sino devolverle la espiritualidad que había perdido. http://feriadosdeargentina.com.ar

La existencia de sectas y movimientos separatistas ocurren en realidades de persecución de la disidencia. La Iglesia, que en otros tiempos había sido perseguida, ahora era el cazador. Y esta realidad no se puede circunscribir a la Iglesia Católica, ya que la Reforma Protestante de los siglos XV-XVI también adoptará medidas contra la disidencia.

Desde el año 1000 hasta la Reforma Protestante, la Iglesia sobrevivió asimilando la importancia de mantener la devoción popular, y lo hizo por medio de la representación de imágenes y los testimonios «en vida» que son los santos, los héroes de la Fe. Aún hoy para muchas personas, la figura del santo es fundamental. Incluso para el burgués, donde existen testimonios que muestran como antes de morir, algunos buscaban la salvación «donando sus bienes a los pobres».

Relacionados con la herejía surge en el imaginario popular la aparición de las brujas, que hablaremos en un próximo artículo.

Bibliografía:

* Duby, Georges: El año mil, Cladema, 1988.