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El ambiente en la época colonial

“La historia ambiental de la Argentina comienza con la destrucción del sistema incaico de agricultura en terrazas” sostienen y en el capítulo segundo de “Memoria Verde”.

Los incas tenían respeto por el equilibrio ecológico: manejaban las tierras que sembraban sin degradar los recursos naturales por medio de abonos naturales, alimentaban todo un Imperio sin necesidad de depredar los suelos. Las franjas fértiles de suelo eran contadas entre tanta diversidad de relieves y ambientes (la costa, la sierra, la puna y regiones de montana), pero ellos complementaban la actividad mediante canales hidráulicos que no tenían nada que envidiar a los conocidos en Creta y Roma unos cuantos siglos antes. Vivían en comunidades interconectadas unas con otras y autosuficientes.

Sin duda, la intromisión de los conquistadores europeos fue el medio propicio para traer al Nuevo Mundo otros valores y cosmovisiones que veían al ambiente como un enemigo, como algo que también debían dominar, asi que se dedicaron a extraer de él todo lo que pudieron. Deforestación, mal uso de la tierra, y aniquilación de la mano de obra indígena mediante enfermedades y malos tratos, fueron los resultados de tales prácticas.

En la época colonial, tampoco la situación mejoró: las colonias comenzaron a expandirse tanto para el mercado interno como para el externo. Se vió la posibilidad de lucrar con el ambiente, y la comunidad autosostenible indígena fue suplantada por las estancias, haciendas, rancherías y minerías, apuntadas a una economía de comercialización. El panorama “urbano” tampoco era alentador: construcciones mal diseñadas entremezcladas con nodos de carácter protoindustrial o industrial, habitantes que debían convivir con saladeros y curtiembres que contaminaban las aguas que tomaban, y que se acumulaban con otros residuos en las calles. La gente salía de sus casas con pañoletas para no sentir el mal olor.

Surgieron propuestas, como la de Manuel Belgrano, para un aprovechamiento sostenible de la tierra. Pero las trabas de hábiles funcionarios y grupos de poder hicieron de ellas solo palabras.

Bibliografía Original:

BRAILOVSKY, ANTONIO Y FOGUELMAN, DINA: Memoria Verde. Historia Ecológica de la Argentina. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998. Cáp. 2: El ambiente en la época colonial.

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Resumen de un capítulo de Memoria Verde de Brailovsky y Foguelman.

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Moctezuma y Cortés

Dos hombres, dos formas diferentes de ver el mundo: profesía y tradición vs. oratoria y codicia. ¿Quién de los dos ganará?

¿A veces no te preguntas porqué si el imperio azteca contaba con cientos de miles de guerreros no pudo parar la voluntad de unos centenares de conquistadores codiciosos? mucho me dirán «Mario, ¡Qué pregunta tan obvia!, ¡Fueron las armas!» pero yo no estaría tan seguro de que esa condición fuera determinante. Estamos hablando de los aztecas, una cultura que fue lo suficientemente inteligente como para crear un sistema represivo imperial altamente militarizado y simbólico (por medio de la religión), que con ayuda de una diplomacia astuta y las convenientes conexiones comerciales y sociales pudo yuxtaponerse a la voluntad de varias culturas regionales, por mucho que les pesara.

lienzotlaxcala.jpgEs posible que la cosa pase por otro lado, y me parece interesante el análisis que hace Tzvetan Todorov al respecto, introduciendonos al perfil psicológico de las personalidades de Moctezuma II y Hernán Cortés. El propone algunas posibles razones de la caída del imperio: la personalidad ambigua de Moctezuma, la presión interna de los enemigos del imperio azteca, la superioridad de las armas, pero más importante que estas últimas la importancia que da Cortés a la interpretación de SIGNOS.(1)

Tanto el emperador como el conquistador eran intérpretes de signos o señales, la diferencia radica en qué cosas ponían énfasis ambos. Para el Azteca, la relación de los hombres con el mundo era de suma importancia, puesto que se suponía que en la naturaleza se expresaban sus diferentes dioses. Por lo tanto, las profecías y los presagios constituían la forma de saber la voluntad de los dioses. El universo seguía un curso cíclico, donde destrucción y vida eran igual de importantes, y los signos de ambos procesos se repetían y se expresaban en la naturaleza (huracanes, tornados, terremotos, erupciones volcánicas, la lluvia, la sequía, etc.) La llegada de Quetzalcóaltl, la serpiente emplumada de la civilización y la sabiduría, coincidía con la llegada de Cortés. ¿Quién es este que usa barbas, que habla otra lengua, y se viste de forma diferente?, ¿Será la serpiente que ha vuelto a reclamar su reino? El emperador intentaba responder a estos interrogantes, pero ni con su consorte de adivinos y mensajeros podía comprender quién era realmente ese extraño. Las acciones que el conquistador cometía no estaban memorizadas en su tradición oral inmutable y conservadora, ni en los hechos repetitivos de su universo cíclico. El emperador confirmaba o refutaba las profesías según el trancurso de los acontecimientos, la palabra siempre fue muy importante. Pero con Cortés, el emperador calló, puesto que no podía vaticinar nada de alguien a quien no conocía. Los espías y ancianos le informaban continuamente sobre los movimientos del enemigo, pero ante malos augurios los encarcelaba o los mandaba a matar. Probablemente porque muerto el portador, muerto el presagio:

Si para Moctezuma la relación del hombre con el mundo lo era todo, para Cortés la relación del hombre con el nombre era aún más importante. El conquistador era en realidad un hidalgo pobre en su tierra natal, y la única institución educativa que toleraba este perfil de alumno era la Universidad de Salamanca. Allí aprendió dos herramientas que serían cruciales para sus aventuras en América: la oratoria y el arte de la imagen. Una le servía para engañar al emperador por medio de un buen discurso, donde predominaban demostraciones convincentes de su «divinidad» y la de sus compañeros de conquista. La otra habilidad, le permitía aparentar costumbres refinadas con las cuales demostrar que eran hombres de bondad. Pero Cortés no pudo engañar a los indios ni llevarse el oro si no fuera por sus intérpretes: Marina (Malintzi) y Jerónimo de Aguilar (2). La mujer no era azteca, sino una tlaxcalteca vendida como esclava a los mayas, pero conocía el lenguaje del imperio de los mexicas. El segundo, fue un náufrago de una expedición española anterior que convivió con los mayas y aprendió su lengua y costumbres. Cortés aconsejaba hasta a sus huestes:

En poco tiempo, el conquistador supo manejar la situación a su favor, concretar interesantes alianzas con los pueblos vencidos por los aztecas (como Tlaxcala), mantener controlados a cientos de miles de hombres por medio de su emperador, perder Tenochtitlán en su «noche triste», y recuperarla otra vez con un asedio brutal de tres meses. Podrían haber sido las armas y la tecnología de gran ayuda pero… sin su capacidad de interpretar a los hombres probablemente no habría llegado a nada.Bibliografía de Consulta:

(1) TODOROV, TZVETAN: La Conquista de América. El problema del otro, Editorial Siglo XXI, México, 1991, Cáp. II: Conquistar.

(2) SÁNCHEZ ALBORNOZ, NICOLÁS:Historia de América Latina, Alianza, Madrid, 1985.

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La larga espera

Por Carlos Marandet.
Reseña de Mario Molina.

¡Lo prometido es deuda! A continuación les presento un resumen de “La larga espera” el capítulo tercero que le sucede al ya comentado “la crisis de la independencia”, ambos integrantes de “Historia contemporánea de América Latina”, del historiador argentino Tulio Halperín Dongui. El resumen que acompaña la reseña fue hecho por mi amigo y compañero de estudios Carlos Marandet. Un fragmento de su trabajo:

El capítulo cuenta que en 1825 terminaba la guerra de independencia, la cual dejaba en toda América española un legado nada liviano: Ruptura de las estructuras coloniales.

De sus ruinas se esperaba que surgiera un nuevo orden, cuyos rasgos esenciales habian sido previstos desde el comienzo de la lucha por la independencia. Pero éste se demoraba en nacer. La primera explicación, buscaba en la herencia de la guerra la causa de esa desconcertante demora: concluida la lucha, no desaparecía la gravitación del poder militar. La guerra de independencia no había provocado una ruptura suficientemente honda con el antiguo orden.

Sin embargo, los cambios ocurridos son impresionantes, no hay sector de la vida hispanoamericana que no haya sido tocado por la revolución. La más visible de las novedades es la violencia. Al lado de la violencia plebeya surge un nuevo estilo de acción de la elite criolla que en quince años de guerra saca de sí todo un cuerpo de oficiales: éstos obligados a menudo a vivir y hacer vivir a sus soldados del país – realista o patriota – que ocupan, terminan poseídos de un espíritu de cuerpo rápidamente consolidado y son a la vez un íncubo y un instrumento de poder para el sector que ha desencadenado la revolución y entiende seguir gobernándola.

Las aspiraciones políticas de Gran Bretaña en Latinoamérica se hacen notar, y están definidas por el tipo de interés económico que la vincula con estas tierras. Su política es sólo muy ocasionalmente, una extrema cautela. Esta cautela explica la preferencia inglesa por el mantenimiento de la fragmentación política heredada de la revolución, que suele atribuirse al deseo de debilitar a los nuevos estados.

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Otro resumen de capítulo basado en una obra de Tulio Halperín Dongui.