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Actualidad, divisiones y juicios históricos.

Hablar de la dictadura militar en chile, ya no parece ser tan peligroso, aunque como sabemos, en el ámbito laboral principalmente del profesorado, hablar de “dictadura”, divisiones de clase o simplemente mencionar la palabra “asesino”, es una razón suficiente de despido sea por políticas del establecimiento o por alardes de los padres que reaccionan espantados ante semejantes palabras; para ellos vale más un profesor que no diga nada, antes de que sus hijos tengan un profesor que hable mucho.

Esta situación, hasta el dia de hoy no sorprende a nadie, por la sencilla razón que nos hemos acostumbrados, es más, hemos crecido en un país divido en dos (unos que SI y otros que NO); como señalan los historiadores en su “tercer manifiesto[1]”, en un país en que los “perdedores” (victimas), lamentablemente debían trabajar bajo los dictámenes de los “ganadores”[2] (beneficiados), por lo tanto las voces que arremetían contra ese endiosado militar llamado Augusto Pinochet, fueron delimitadas, controladas y posteriormente calladas.

Todo esto nos lleva plantear algunas interrogantes; como futuros historiadores ¿Qué debemos hacer respecto a esto?, ¿continuar callados para que esta situación continúe de la misma manera o arriesgarnos a ser estigmatizados como tantos otros y tirar por la borda años de claustro en las aulas universitarias?; todo indica que una mantener postura “razonable” ante los ojos de los demas, es simplemente intentar demostrarse “a-político”, discurso que paradójicamente fue articulado por los sectores de derecha (no para esconder la asquerosidad de los actos que ellos apoyaron, si no que para socavar la memoria colectiva).

Para graficar y ejemplificar lo que se dijo anteriormente, se me ocurre un ejemplo bastante lejano a Nelly Richard, pero bastante cercano a nuestra realidad; hace poco tiempo atrás, frente a un profesor nuevo -para nosotros- surgió este tema obviamente sujeto a discusión en la clase, pero extrañamente aquel docente esgrimió la necesidad actual de apostar por una historia objetiva y despolitizada, discurso creíble para muchos, pero este discurso se quiebra por el solo hecho de entender que este tipo de educadores egresan de cierto tipo de universidades que se dedican especialmente a reproducir en sus profesionales esta mentalidad atareada con un oblicuo y utópico sueño de objetividad que fue configurado bajo un ideal político bastante claro: la derecha.

Acaso esconder y disminuir la intensidad de este proceso dictatorial ¿es ser objetivos?, tratar esta temática ¿es solo asunto de marxistas leninistas?; frente a esto no debemos olvidar que el proceso dictatorial sigue cobrando victimas; en las poblaciones se nos hizo relativamente cotidiano ver “zombies” adormecidos por la pasta base -droga que paradójicamente se incluyó en los años 80 pero alcanzó su boom en los 90[3]– droga potencialmente adictiva por ende peligrosa, pero que logró despolitizar los barrios chilenos, algo que difícilmente se logró a balazos; se puede apreciar una situación muy similar en los años 60 en Estados Unidos en donde frente la aparición de guerrillas urbanas (como los black panters) en los barrios marginales, se utilizo el “crack” como avasallante estrategia desidealizadora.

Vale destacar que tal cual como concluye la autora, esta división es palpable en todo el contingente nacional, desde las noticias hasta la educación, desde lo publico a lo privado, desde los condominios a los barrios; la estrategia fue simple: aplacar aún más la herida ya que para los que perdieron no existe peor tortura que el olvido, para los que ganaron era el olvido el que les aseguraría mantener una producción tranquila, estable e incesante en sus fabricas.

Hemos intentado retratar la complejidad que gira en torno al tema de la dictadura, obviamente reconocemos al igual que la autora que hoy existe una necesidad de ampliar los estudios de esta área, no para volver a usar la camiseta del che Guevara, escuchar discos de Víctor Jara y colgar el cuadro de Salvador Allende en la pared, sino que bajo la lógica del “caceroleo” podemos rescatar la enseñanza de que sin meter bulla esta situación difícilmente cambiará y la única forma en que los historiadores y cientistas sociales pueden hacer ruido es simplemente investigando; por ende esos discursos de algunos académicos que señalan que otros viven amarrados al 73, debido a su intención, son discursos vacios por lo tanto fácilmente desechados.

Se debe hacer valer también el hecho de que hoy exista un sector de historiadores sociales que se dispuso a poner en el tapete el juicio de la historia[4] frente a estos sucesos, lo cual me parece relevante frente a tanto discurso vacío que atenta incluso contra la propia historia, porque despolitizar la historia es sin duda alguna deshistorizarla ya que en estricto rigor es robarle la complejidad a un proceso histórico, para continuar aquella subordinación político-mediática que asegura y reafirma los parámetros divisorios e incluso ha logrado naturalizarla.

Aunque por otra parte debemos considerar el hecho de que al existir estos vencidos y ganadores, el juicio histórico se mantendrá así; dividido, independiente si el personaje insigne de la dictadura se mantenga vivo o muerto, ya que como se señala anteriormente, han logrado hacer que veamos natural esta división.


*Ensayo inspirado en: Richard, Nelly; “Historia, memoria y actualidad: reescrituras”, revista critica cultural.

[1] La dictadura militar y el juicio de la historia; tercer manifiesto de historiadores, 2007.

[2] Acerca de esto se puede encontrar una reflexión bastante interesante en el texto de Alfredo Jocelyn Holt: “El chile perplejo”(1998).

[3] Informe nacional; Procedimientos por infracción a la Ley 20.000 año 2006, Ministerio del interior, división de seguridad publica, Gobierno de Chile (2007).

[4] Debo reconocer que el hecho de ver la firma de dos profesores que actualmente me hacen clases, en el manifiesto de historiadores anteriormente citado, logró hacerme sentir que los primeros pasos ya están dados y depende solamente de nosotros continuarlos.

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En imágenes: Malvinas y el trabajo durante la dictadura

En colaboración con Fernando de Memorias en Común, publico dos trabajos en torno al proyecto “Entre el pasado y el futuro. Los jóvenes y la transmisión de la experiencia argentina reciente” realizado el año pasado por la Subsecretaría de Equidad y Calidad del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, Argentina. Este proyecto convocó a profesores y estudiantes de institutos terciarios para realizar una muestra de trabajos sobre Historia Reciente. Por el I.S.F.D. y T. Nº 42: «Leopoldo Marechal» se mandaron dos presentaciones realizadas por Sabrina Iriondo y Ricardo Montenegro.

El primer trabajo titulado «Presentes en la Memoria» trata sobre la problemática del recuerdo por los caídos durante la Guerra de Malvinas y las trabas de algunos sectores que insisten en el olvido del pasado.

El segundo es «Observatorio San Miguel» y describe la problemática del trabajo durante la dictadura militar del 76 al 83, en base a un testimonio real.

Los invito a ver los trabajos, si además quieren descargarlos, pueden hacerlo pulsando en el botón «Scribd» de la esquina superior izquierda de cada presentación. Busquen la frase «Download» y verán un botón debajo parecido al logo de Powerpoint, hagan clic y se inicia la descarga.

Actualización a las 20:38 hs: Se añade un trabajo más sobre imágenes de Malvinas. El mismo ha sido realizado por Viviana Edith Oronao por el I.S.F.D. y T. Nº 34: «Héctor J. Médici». Trata el tema desde la perpectiva de un soldado que estuvo en el enfrentamiento y cómo era el imaginario de la época sobre el conflicto en general:

Más información sobre los trabajos aquí.

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Gobierno, campo y un modelo basado en la desigualdad

Sin dudas cualquier análisis de la situación actual en Argentina a partir del revuelo sobre la suba de las retenciones por exportaciones y el reclamo del campo, no es tarea fácil para nadie. Cada uno ve la realidad desde su punto de vista, y de esa parte de la realidad cotidiana que le toca vivir. Sin embargo, el conflicto se está orientando a generar binomios al estilo «campo vs. ciudad», «gobierno vs. campo», «derecha vs. izquierda» y hasta ciertos paralelos con la Argentina de los ’60, aquella dividida en «peronistas vs. antiperonistas». Tal como aparecen algunos titulares de los medios tradicionales. Se tratan de verdaderos problemas sin resolver a través de la Historia, y que surgen nuevamente a la luz cada vez que hay detonantes como lo son las retenciones hoy.

En primer lugar, no hay que olvidar el tipo de modelo en el que vivimos: sigue siendo neoliberal. Por eso de entrada cualquier intento de moralizar esta historia es errado, puesto que todos los actores implicados están jugando con las mismas reglas de juego. Y esta reglas nunca son justas para nadie, siempre se gana o se pierde ¿Por qué? Porque surgen de la competencia, y las retenciones son medidas impositivas que obedecen a esas reglas de mercado, aunque se hagan desde el gobierno. Generalmente se aplican para proteger el mercado interno frente al externo, para generar un equilibrio entre los capitales que entran y salen del país. Por eso es importante saber si este dinero el gobierno lo usará realmente como forma distributiva del ingreso, o como una forma más de engrosar los fondos para mantener la maquinaria partidista y burocrática a su favor.

Por el lado del campo tenemos diferentes matices (como la polémica distinción actual entre terratenientes frente a los pequeños y medianos productores), aunque como se dijo arriba, también se trata de actores que responden a estas reglas de juego: la propiedad es considerada como privada, por lo tanto, cada quien es «libre» de producir la tierra y competir contra otro productor. Esto no fue ni es así, en Argentina no hubo una verdadera reforma agraria, es decir, el reparto de la tierra entre todos los que quieran trabajarla sin importar el origen social. Todo lo contrario, la tierra se concentró más y más en muy pocas y privilegiadas manos. El latifundio sirvió para sectorizar el campo entre terratenientes, arrendatarios, empleados rurales y campesinos. Los terratenientes no tuvieron problemas en aceptar esquemas antisociales con total de proteger sus ganancias (desde apoyar gobiernos autoritarios hasta políticas económicas liberales). Eran y son conservadores en la vida social, pero liberales en los negocios. Exceptuando a los campesinos y empleados rurales (de quienes nadie habla en este conflicto), los demás sectores han tratado de competir tal como lo hacen los de arriba, pero claro, dicha competencia es desigual; y por lo tanto se sale perdiendo. Sin embargo, en esta coyuntura actual de economía en recuperación, no significa que estén totalmente mal: mientras en el mercado interno se vende en pesos, al vender afuera se recupera todo lo invertido con creces (en dólares y euros) gracias a las exportaciones. También han existido subvenciones y créditos al campo, por lo que uno no se equivoca en pensar que esta lucha que se sostiene en la actualidad no es por sobrevivir sino por asegurar el excedente, una idea ya instalada por el modelo y no cuestionada por la mayoría de las personas. Es un asunto de «propietarios» y nada se dice del empleado rural ni del campesino.

Sin dudas no es un tema para dejar colgado, así que si te interesa te invito a darte una vuelta por estas lecturas provenientes de medios no tradicionales, como para seguir discutiendo el asunto: Rebelion, Tapera, Fabio, y El criador de gorilas. Sobre las supuestas «manifestaciones espontáneas» de grupos que han salido a reclamar a favor o en contra del campo, me ha gustado mucho este post de María Esperanza al respecto, imperdible.