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El peronismo y la iglesia católica de Lila Caimari

El estudio de las ideas y tradiciones políticas que confluyeron en el peronismo ha establecido respuestas relativamente firmes para algunos interrogantes sobre la naturaleza de la ideología peronista.
Uno de los elementos de los que se nutrió el peronismo es el catolicismo, ya que Perón reivindico muchas veces algunas encíclicas sociales como fuente de inspiración de su movimiento; esto le permitió atraer a los militantes católicos de la época.
El peronismo fue el movimiento político más católico de la historia contemporánea argentina, también es el que más conflictos tuvo con la iglesia y los católicos: junto al idilio con el catolicismo, los incendios de iglesias de 1955 también forma parte de la memoria colectiva de los contemporáneos; siempre es posible concluir, cualquiera que sea el nivel de análisis, con algún fundamento que el peronismo representa la tradición política más católica de nuestro país, y también la más hereje, el punto de mayor acercamiento entre Iglesia y Estado, y el de su más violento enfrentamiento.
El propósito de este capítulo es recorrer la historia de esta relación examinando la peculiar articulación del peronismo histórico a la tradición católica, así como algunos aspectos de las relaciones del Estado peronista con la Iglesia que pueden brindar claves para comprender el inexplicable salto de la estrecha asociación de 1945 al conflicto radical de 1955.

(*) Resumen del texto original: Caimari, Lila; “El peronismo y la Iglesia Católica” en Torre, Juan Carlos (Director); Nueva Historia Argentina, Tomo 8: Los años peronistas (1943-1955); Bs. As.; Sudamericana; 2002; capítulo IX.

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[PDF] Peronismo e Iglesia Católica de Lila Caimari
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Resumen del Tomo 8, Nueva Historia Argentina.

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La importancia del año 1000 y la herejía

Uno llegaría a pensar en la Edad Media como un atraso importante de la Humanidad, pero eso responde más a una fascinación por el mundo grecorromano, que lo que realmente sucedió. La verdad es que la Edad Media sentó las bases de la cultura occidental tanto como lo hizo en su momento la Antigüedad.

En la cultura popular podemos ver claramente esas continuidades: sentido de pertenencia a una comunidad, la propiedad comunal o compartida (no se deben confundir con la idea de propiedad privada y la realización personal, que surgieron del mundo burgués), la espiritualidad mixta (tanto religioso-dogmática como profana), y la necesidad de vivir el día a día. Esta última continuidad es en realidad compartida con el mundo burgués y el aristocrático. ¿Por qué? Porque la muerte no selecciona a quien llevarse, ante ella todos somos iguales. Esta realidad ya la habíamos comentado en el papel del santo en la fe popular.

Recordemos como decíamos en aquel artículo, que la Edad Media estaba plagada de casos de peste, hambrunas, y cambios climáticos que influían físicamente en la gestación de agudas crisis sociales y morales (abandono de tierras, robo, saqueos, prostitución, etc.) Hoy con ayuda de la obra de Georges Duby (*), me gustaría comentarles algo sobre el año 1000 dC, y su importancia para la Historia Medieval así como su relación con el concepto de herejía. No por nada la gente de la época creía que se les venía el final de los tiempos.

El año 1000 es una fecha importante porque derivada de los males citados, apareció una crisis intelectual en el seno de la misma Iglesia Católica. Tales grupos de intelectuales eran tildados de herejes desde Roma, mientras que para los sectores populares representaban hombres y mujeres dignos de imitar. Eran verdaderos predicadores que planteaban un regreso a la espiritualidad ante la crisis moral y social que asolaba Europa tras las enfermedades y las hambrunas. Criticaban la vida eclesial por ser elitista, llena de lujos y pecados. Denunciaban la corrupción interna de la Iglesia, el robo sistemático a través de la limosna y el diezmo, así como la necesidad de volver a la vida humilde de las primeras comunidades cristianas empezando desde el Papa y su consorte.

Obviamente, la construcción de ese Edén no le convenía al mundo eclesial, por eso surge el concepto de hereje como defensa de la Iglesia ante las ideas que pudieran derribar el orden establecido. Sin embargo, la herejía no nacía separada de la Iglesia, sino que la crítica provenía dentro de ella. Estos hombres eran instruidos y no querían dejar de pertenecer a ella, sino devolverle la espiritualidad que había perdido. http://feriadosdeargentina.com.ar

La existencia de sectas y movimientos separatistas ocurren en realidades de persecución de la disidencia. La Iglesia, que en otros tiempos había sido perseguida, ahora era el cazador. Y esta realidad no se puede circunscribir a la Iglesia Católica, ya que la Reforma Protestante de los siglos XV-XVI también adoptará medidas contra la disidencia.

Desde el año 1000 hasta la Reforma Protestante, la Iglesia sobrevivió asimilando la importancia de mantener la devoción popular, y lo hizo por medio de la representación de imágenes y los testimonios «en vida» que son los santos, los héroes de la Fe. Aún hoy para muchas personas, la figura del santo es fundamental. Incluso para el burgués, donde existen testimonios que muestran como antes de morir, algunos buscaban la salvación «donando sus bienes a los pobres».

Relacionados con la herejía surge en el imaginario popular la aparición de las brujas, que hablaremos en un próximo artículo.

Bibliografía:

* Duby, Georges: El año mil, Cladema, 1988.

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Actualidad Costumbres Historia Historia Moderna

El Carnaval en la Edad Moderna

El mundo del carnaval era central para la Edad Moderna. ¿Pero qué significaba realmente: diversión pura, rebeldía o control social?

1rodemayo.jpgUna vez tuve la posibilidad de asistir a una jornada de Historia en mi instituto, y presenciar una exposición muy clara con respecto a este tema, de la mano del historiador argentino Rogelio Claudio Paredes. ‘Carnaval’ significa según sus palabras ‘Fiesta de la Carne’. ¿Qué se hacía en fiestas como estas? De todo: no se trabajaba, había momentáneamente relaciones de fraternidad, se compartían los alimentos obtenidos del verano, no había reglas, se dejaba paso a la lujuria, al sexo y las pasiones humanas. El reventón que se pudiera vivir hoy en cualquier parte donde haya oportunidad de salir de parranda, perfectamente era posible en la Edad Moderna, y a pesar de no contar con las bondades de la tecnología actual. Desde febrero hasta abril había que comer de todo glotonamente, y desatar todas las pasiones y deseos, puesto que en Cuaresma la religión pedía sacrificios y ayunos, los nobles volverían a sus habituales labores de dominación, los artesanos a seguir viviendo de las artes manuales, los sacerdotes a seguir cobrando diezmos, y los campesinos de vuelta al trabajo. Especialmente para los pobres, las raciones eran menores, sobre todo en invierno, donde los alimentos escaseaban y se trabajaba menos por lo poco que duraba el día (en términos de luz solar que se recibe en esa época). Según Claudio, esta herencia carnavalesca ya se vivía en tiempos de los romanos, y ellos a su vez, lo aprendieron de los celtas y otras tribus germanas a las que intentaron someter, pero como vimos en el artículo Síntesis Cultural, ocurrió una fusión de ambos mundos, y el carnaval también es un producto de ello.

Otro historiador, Peter Burke, señala un «mundo al revés» que caracteriza al carnaval. En ese estado de las cosas abunda el desgobierno (La sociedad tenía derecho a transgredir varias normas: podían blasfemar, cometer abusos, burlarse de sus nobles y de las investiduras eclesiásticas, y podían elegir al Rey y la Reina de la festividad, quien tenía poder o no según lo que dijera la muchedumbre), derroche de comida y bebidas (Mucha carne, cerveza y vino. Abundaban fiestas como «Día del Asno», «Fiesta del Cerdo» y «San Bernardo», donde en esta última los carniceros competían por ofrecer gratuitamente el mejor pedazo de carne asada para la muchedumbre), libertinaje sexual (Siempre amparada en el doble sentido, las festividades como «Primero de Mayo» y «Día de la Salchicha» implicaba libertad para que el hombre persiguiera mujeres y construyeran símbolos fálicos. En muchas ocasiones, las mujeres podían perseguir ellas a sus víctimas. Abundaba la infidelidad voluntaria) representaciones y parodias (las carrozas muy comunes en el norte de Italia, representaban pasajes de la Biblia o escenas del Apocalipsis, siempre en tono de burla a las autoridades, pero a veces como verdadera manifestación de las creencias populares) Por último, los cambios de roles, donde el patrón se convertía en siervo, y este último en amo, durante el tiempo que transcurriera la festividad. En el imaginario popular de aquel entonces, según Burke, figuraban todas estas libertades en la leyenda del «País de la Jauja», que proporcionaba al afortunado el carnaval eterno y el gobierno de los humildes.

Pareciera ser que el carnaval servía como un aliviador de tensiones, con el objeto de preparar a la muchedumbre para ingresar de vuelta en el sistema de desigualdades el resto del año. Cuaresma y Adviento constituían formas religiosas de control muy efectivas para ese propósito. Sin embargo, detrás de toda festividad habían mensajes subliminales de rebeldía, de protesta social, de querer cambiar el orden de lo establecido, para hacerlo más parecido al carnaval eterno. O al menos eso mostraban las turbas iracundas que de forma desorganizada exigían estas demandas, sobre todo en Alemania, donde los principados ejercían un sistema de dominio feudal muy duro e inamovible.

Cabe preguntarse si hoy en día los carnavales significan los mismo que aquellos tiempos, ya que han mutado conforme a la espacialidad y los múltiples legados culturales donde se desarrollan.

Bibliografía Consultada:

– BURKE, PETER: La cultura popular en la Europa Moderna, Alianza, Madrid. Cáp. 7: El mundo del carnaval.