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La crisis de fines del siglo XIX: las incapacidades de la clase dirigente en Chile

El gran problema que ha tenido nuestro país, a lo largo de su historia republicana, es que ésta se ha formado negando, precisamente, el propio país. La consolidación del Estado-nación chileno no logró convertirse en un Estado nacional, principalmente, porque “los chilenos”, de esos años, fueron principalmente las clases oligárquicas. Para Alfredo Jocelyn-Holt, el problema de esta elite es que ésta podía reconocerse como más plural, pero el problema es que aún no aparecía una sociedad plural y moderna, es decir no aparecía una sociedad más amplia con nuevos sectores demandando lo que a juicio de ellos les correspondía.

El deseo de llegar a un desarrollo económico y social, similar a los países europeos, resultó ser mucho más esquivo, gracias a la incapacidad de la elite de no aceptar los nuevos desafíos, ante la explosión productiva y comercial, del que se requería, a su vez, un cambio en las estructuras sociales.

Por tanto, en esta suerte de aparentar lo que “no se es”, la elite protagonista del proyecto republicano, construyó el Estado-nación chileno, bajo cimientos muy frágiles que llevó a que, en distintos períodos de la vida republicana (incluso hoy), aparecieran proyectos con fecha “de inicio y término”, resultantes de la visión parcelada y a “corto plazo” de la clase dirigente criolla.

[PDF] Crisis de la elite chilena S. XIX
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Ensayo sobre las dificultades de la clase dirigente decimonómica chilena para imponer su proyecto.

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El violento proceso de construcción del Estado-Nación en Chile

Luego de la Revolución de Independencia, se inició el proyecto republicano chileno dirigido principalmente por la elite compuesta por empresarios mineros, agricultores y comerciantes, quienes consideraron importante crear el Estado para darle forma al proyecto país y para resolver dos cuestiones principales. A saber: 1) articular la economía nacional a las economías más desarrolladas de Europa; y 2) establecer mecanismos de control para la población, acorde a ese proyecto.

Sin embargo, el trabajo fue arduo ya que se tuvo que fijar un territorio, población, cuerpo legal, formar el aparato burocrático-militar y, sobre todo adaptar los comportamientos y valores de la población a los principios de su proyecto. Lo anterior supuso no sólo formar el Estado, propiamente tal, sino la Nación (política) y, para ello se requirió un fuerte trabajo desde la perspectiva simbólica, ritual e identitaria, lo que permitió compatibilizar los elementos objetivos (vividos) con los subjetivos (imaginados) de modo de crear una conciencia nacional sólida.

En este sentido, la construcción que hizo la elite del Estado y la Nación política chilena fue, de alguna manera, un rasgo de violencia porque desde esa misma estructura política y económica en formación, no sólo excluyó a los “otros” del exterior [los países vecinos] sino también dentro del mismo territorio, despreciando a los sectores subalternos.

Dicho en otras palabras, lo que caracterizó al siglo XIX y al proyecto de construcción del Estado-nación chileno, además del intento centralizador, fue el número reducido de “ciudadanos” sobre quienes cayó la responsabilidad de darle forma al Estado y definir las políticas que permitieran garantizar el bien común.

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Un ensayo sobre la violencia entorno al proceso de construcción del Estado en Chile.

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Naciones y nacionalismos: apuntes para el estudio de una problemática compleja.[i]

Jorge Said Barahona (ii)

El estudio de los nacionalismos y los estado-nación, ha dado grandes pasos en este ultimo periodo, la gran gama de estudios actuales al respecto, están hechos en base de los estudios de principio de siglo XX, por lo tanto las nuevas revisiones son doblemente certeras y también nos ahorran en el trabajo de volver a revisar las primeras escuelas que abordaron esta problemática, como la escuela perennealista que aseguraba que la nación era tan vieja como la historia.

Actualmente, podríamos enumerar una gran lista de autores para adentrarnos en esta temática de estudio, pero me remitiré a nombrar solo los de mayor trascendencia, Gellner (1997), Anderson (1993), Hobsbamwm (1991, 1992, 1996, 2000), Smith (1994), los cuales a partir de la pregunta ¿Qué es la nación?, logran conjeturar en que se trata de un fenómeno moderno el cual se a transformado en uno de los valores legítimos universalmente en la vida política de nuestro tiempo (iii).

Sin embargo, en este breve resumen, nos dedicaremos a revisar lo propuesto por Hobsbawm en su libro “naciones y nacionalismos desde 1780”, en el cual se sigue alimentando este debate teórico que persigue la comprensión y el estudio de las naciones y nacionalismos, como actores políticos claves para comprender lo que sucede en nuestro tiempo.

Según Hobsbawm, se deben entender ciertos parámetros para aventurarnos a espiar los pasajes de la identidad nacional:

La nación es un fenómeno reciente en los últimos siglos de la Historia.»El sentido moderno de la palabra, en principio, nos remonta no más allá del siglo XVII, con algunas excepciones precisas».

Por lo tanto al hablar de Estado-Nación, debemos saber de antemano que se trata de una entidad social ligada a cierto tipo de Estado territorial moderno (Hobsbawm 1992: 12-20).

En torno a esto, se ha generado un problema bastante llamativo con las definiciones, dado que parten del establecimiento de un conjunto de criterios que pretenden reconocer a priori una nación de otras entidades, lo que nos coloca frente a los criterios objetivos y subjetivos del problema (iv).

De este modo, para Hobsbawm, «todo grupo suficientemente importante en cuanto al número de sus miembros, que se considere como parte de una misma nación, será considerado como tal». En ese sentido, «para nuestras necesidades del análisis, el nacionalismo es anterior a la nación. No son las naciones las que hacen a los Estados y al nacionalismo; es a la inversa» (Hobsbawm 1992: 19-20). Por lo cual se dan por superadas las primeras investigaciones que sugirieron lo contrario.

En consecuencia, la denominada cuestión nacional, se sitúa en un punto de intersección entre la política, la tecnología y la transformación social.

En síntesis, se deben estudiar los procesos de formación y desarrollo de los movimientos nacionales, los cuales pasan por una serie de etapas: a) una primera fase puramente cultural, literaria y folclórica, b) una segunda fase, donde hace aparición un grupo de pioneros y militantes de la idea nacional, y c) el momento donde emerge el programa nacionalista, cuyos promotores van ahora en búsqueda de un sostén de masas (Hobsbawm 1992: 23). Esta búsqueda de la masa social, es el inicio del proceso de creación de un estado nacional.

Debido a esto, para abordar su estudio como un fenómeno histórico, debemos de entender que se trata de una construcción, esencialmente hecha, diseñada e impuesta desde arriba, confrontándola siemprepor su comprensión naturalizada desde abajo, «es decir, a partir de hipótesis, esperanzas, necesidades, nostalgias e intereses (…) de las gentes ordinarias» (Hobsbawm 1992: 20-21).

Por lo tanto queda expuesta una necesidad de desarrollar estudios comparativos que se inicien desde la cultura y se dirijan hacia las estrategias, producciones y procesos.

Como por ejemplo, la conciencia nacional, la cual se desarrolla de manera diferente por regiones, como el caso ilustrativo de los indígenas Aymaras, los cuales asumen ser chilenos, pero resisten y se manifiestan simbólicamente contra esa condición a través de los ritos, vistiendo los colores de la bandera peruana o reproduciendo sus himnos y canciones del folklore peruano.

En este sentido, creemos necesario resaltar que los nuevos estudios en torno a esta problemática, deben dejar de lado la perspectiva de que los sujetos son consumidores pasivos de la producción cultural impuesta, siguiendo a Antonio Gramsci, se puede señalar que todo hombre es un filosofo que da significancia a los significados hegemónicos y a su realidad, partiendo desde la base de que todo hombre, por el solo hecho hablar, indica que tiene su concepción del mundo, porque el lenguaje es siempre de modo embrionario una forma de concepción de la sociedad, aunque sea inconsciente o meramente acrítica, existe una participación del sentido común, y eso es lo que hace a los sujetos ser consumidores y participes activos de la producción hegemónica (v).

Notas:

[i] Ensayo basado en: Hobsbawm, Eric; Naciones y nacionalismos desde 1780, editorial Critica, España, 1992.

([ii] Estudiante de la carrera “Licenciatura en Historia”,www.no-historia.blogspot.com.

[iii] Anderson, Benedict; Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, Pág. 203, editorial FCE, México, 1993

[iv] Esto se puede ejemplificar, señalando que hay una perspectiva objetiva principalmente marxista, la cual reconoce que la invención de las naciones corresponden al hecho principal de disfrazar y redimir el impacto de las marcadas divisiones sociales del sistema capitalista. Por otra parte las perspectivas subjetivas, aunque no niegan lo anterior, buscan identificar a los sujetos como agentes sociales de este proceso, el cual como hemos visto, corresponde a un dispositivo horizontal por ende existe un uso que se extiende de lo cotidiano a lo generacional.

[v] Grouppi, Luciano; “El concepto de Hegemonía en Gramsci”, ediciones Cultura Popular, México, 1978.

http://www.gramsci.org.ar/12/gruppi_heg_en_gramsci.htm